GRAN ÉXITO DE ÁNGELES BLANCAS COMO KOSTELNICKA EN LA MAESTRANZA

Angeles Blancas – Jenufa

JENUFA – KOSTELNICKA
Platea Magazine – CRÍTICA
‘Jenufa’ en el Maestranza de Sevilla, en una producción de Robert Carsen
Escrito por Javier del Olivo
“Lo que hizo Ángeles Blancas el pasado día 16 de febrero en el estreno no se puede describir sin que parezca todo una hipérbole de crítico sin medida. Y es que la soprano española estuvo excelsa, con una calidad vocal que realmente nunca había visto en este papel, muchas veces encarnado por cantantes ya en el ocaso de su carrera. No es este el caso. Blancas estuvo pletórica, completamente entregada en lo actoral sin caer en histrionismos y con una voz de una belleza y de una potencia apabullantes. La salida en pianissimo de alguno de sus agudos para luego llegar luego a plena voz nunca los había oído en este papel. Segura en los agudos, el segundo acto fue simplemente una demostración de cómo hay que cantar este rol tan cruel y duro. Realmente es una interpretación para no olvidar en la vida. Impresionante. Y si se me permite, ya no hablando como crítico sino como aficionado, Gracias, señora Blancas.”

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El Correo de Andalucía – Juan José Roldán
“La enorme intensidad emocional de Jenufa”
“Ángeles Blancas y Robert Carsen brillaron con luz propia en esta versión de la ópera de Janacek que propuso el Maestranza como título estelar de la temporada”
“Ángeles Blancas triunfa en lo vocal y en lo dramático.”
“Ángeles Blancas le dio réplica como Kostelnicka o sacristana, su madrastra, logrando ese matiz duro y áspero que debe acompañar al personaje, sin descuidar ese otro lleno de ternura y compasión que revela que sus motivaciones están presididas por el amor y la generosidad de una verdadera madre. Blancas se metió absolutamente en su papel, como pocas veces hemos visto en otras producciones y títulos vistos en el Maestranza, haciendo alarde de una entrega absoluta. Un registro rico, un torrente de voz apabullante y un sentido extraordinario del drama lograron una intervención modélica y arrolladora que se saldó con la mayor ovación del público. A todo ello hay que añadir la enorme dificultad de cantar en checo, manteniendo todas las inflexiones y cambios de color que exige la compleja partitura.”

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Crítica: «Memorable Jenufa» en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

Scherzo – El caso Blancas – Justo Romero

21/02/2023
Lloró y se emocionó al final de la función, cuando el teatro se vino abajo al salir a saludar en solitario. Ángeles Blancas ha cosechado un éxito arrebatador, rotundo y definitivo en el Teatro Maestranza con su inolvidable interpretación de Kostelnička, la verdadera protagonista de Jenůfa, la ópera maestra de Leoš Janáček que, cosas de la vida, se ha representado casi de modo simultáneo en el Palau de les Arts de Valencia y en Sevilla. Ocurrió ayer lunes, en la última de las representaciones programadas en la escena hispalense, con efectiva, minuciosa y sugerente puesta en escena de Robert Carsen y peor que deficiente dirección musical de Will Humburg. Blancas ha marcado un nuevo hito en su carrera con la implacable intensidad de una encarnación que es referencia vocal y escénica.
Como su madre, la inolvidable Ángeles Gulín, y como cualquier artista grande de verdad —de su tocaya Victoria a Fischer-Dieskau—, Ángeles canta —son sus palabras— “con el corazón en la mano”. En Sevilla y donde sea, se deja la piel en cada personaje. Y como otras diosas y dioses de la escena operística —Silja, Lorengar, Caballé, Rysanek, Kunde…—, su carrera asombrosa ha transitado y evolucionado por muy dispares repertorios. De aquella lírico-ligera que dejó a todos atónitos hace exactamente tres décadas —abril, 1993— con una pirotécnica Reina de la Noche en el Teatro de la Zarzuela, dirigida por Ros Marbà, hasta esta intensa dramática Kostelnička de ahora, han ocurrido muchas, muchísimas cosas, en la carrera sin retorno de la soprano muniquesa, nacida en la capital bávara en 1970.
Su voz privilegiada, intuitiva y siempre inteligente, ha encaminado los más variados senderos: Manon (Massenet), Santuzza, Tosca, Cio-Cio San, Violetta, Isabel de Valois, Helena (Vísperas sicilianas), Lady Macbeth. Minnie, Ellen Oxford, Elle (La voz humana), Kundry, Isolde, Venus, Amelia, Suor Angelica, Giorgetta, Wally, Magdalena (Andrea Chénier), Lou (Lou Salome, Sinopoli), Salud, Mélisande, Salome, Katia Kabanová, Emilia Marty (El caso Makropulos), Berg, Reimann, Rhim, Schoenberg, Messiaen, Dutilleux, Mahler, Donizetti, Weill, Dallapiccola, Rossini o todos los Mozart del mundo mundial. Un repertorio tan diverso como inmenso. Pocas, poquísimos cantantes, han disfrutado y sabido desarrollar una carrera tan plural, poliédrica y enriquecedora.
Una trayectoria cargada de oficio, talento y trabajo. Insobornable, además. De ahí, que su grandeza como artista no se corresponda con la carrera de superestrella de la ópera que su fuste merece y reclama. Blancas no sigue la corriente a nadie. A nadie ríe las gracias ni a nadie sigue el juego. Lo saben bien los agentes que han trabajado con ella. Genio y figura. Animal de escena. Profesional como la que más, pero también imprevisible. Antepone demasiadas cosas a la ambición y al anhelo de éxito. Es auténtica—corazón en la mano— en el escenario y en la calle. Dice las cosas tan claras como las canta. Y hoy, en un tiempo necio, en el que cualquier sordo chiquilicuatre puede regir un teatro de ópera o un auditorio, los artistas se programan más por su simpatía, su reír gracias, seguir la corriente o por el trabajo mercadotécnico. Por no entrar en cuestiones más íntimas.
Blancas Gulín —de casta le viene al galgo: su madre, Ángeles Gulín; su padre, el barítono Antonio Blancas— pertenece a otra estirpe. Como Gulín, como su padre. Moderna como la que más, pero al mismo tiempo, de añejo abolengo. Con su melena inolvidable o con el pelo rapado. Con sus ojos entrañables siempre. Delgada como una sílfide o menos delgada. Rosina o Isolde. Teatro. Ficción y realidad, Con sus errores y aciertos. Humana, humanísima siempre. Allí, acá o allá, siempre la misma artista. Grande. Representante de otra época más auténtica y genuina. Hoy, en Sevilla, como hace treinta años en el Teatro de la Zarzuela, Ángeles Blancas es referencia y ejemplo. Caso único.
Caprichosa, difícil, fascinante, tierna, entrañable, imprevisible… Mira de frente, con la verdad por delante, y canta las cuarenta y si hace falta hasta La traviata. A quien haga falta. No se anda con chiquitas ni rodeos. Pero, por encima de todo, es y será siempre artista inmensa, de subyugante temperamento escénico y señora de una voz, si no tan inmensa como de la su madre —sería imposible—, inteligente y honesta en un mundo de sordos y advenedizos. Con el corazón en la mano.

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Ritmo – Crítica – El Teatro mortal por Javier Extremera
Sevilla – 21/02/2023
“La gran triunfadora vocal de la noche fue sin duda Ángeles Blancas (en la imagen), una soprano dramática que pese a no tener un instrumento rotundo ni áureo, regaló una memorable Kostelnička dejándose la piel en cada escena. La actriz superó con creces a la cantante. Resultó terrorífico ver como interioriza el personaje, como evoluciona su solitario tormento. La inquietante presencia física, sus cambios de registro, la agilidad y dominio escénico, el alto voltaje desplegado, el creerse a pie juntillas la prosa que se canta y su ennegrecida paleta vocal hicieron que a muchos nos recorriera un escalofrío por el cuerpo. Como cuando declama en sobreagudo ese sombrío “¡como si la muerte se asomara por ahí!” con el que da un conmovedor portazo al segundo acto. Soberbia y desgarradora.”

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Ópera World – Crítica: «Jenůfa» en el Teatro de la Maestranza de Sevilla
Por Gonzalo Roldán Herencia
“En lo que al elenco vocal se refiere, todos los cantantes defendieron con solvencia su papel, si bien hay que destacar por cómo brilló en escena y por su enorme capacidad expresiva la labor de Ángeles Blancas como Kostelnička. De voz potente y rica en armónicos, la cantante se adaptó magistralmente al difícil rol de la madrastra, que va desde la dureza de carácter a la locura, pasando por la desesperación y la culpa, a lo largo de los tres actos. Particularmente interesante es el peso que el compositor le encomienda en el segundo acto, en el cual se urde toda la trama y ella interactúa con los distintos personajes responsables de la misma.”

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